24/04/2024
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Cultura

“Le pido prestada la mirada a todo el mundo, ensancha la realidad”

Jacobo Bergareche productor español y guionista de series y ahora debuta en novela.

“El amor es combustible y precursor de la creatividad”, define Jacobo Bergareche, productor español y guionista de series que debuta en la novela con “Los días perfectos”, en la que recrea el contrapunto entre las cartas que el protagonista le envía a la amante y a la esposa y reconstruye el recuerdo de una aventura amorosa que interrumpe el tedio de un matrimonio desgastado, un juego inspirado en el lejano intercambio epistolar que mantuvieron William Faulkner y su amante Meta Carpenter durante toda una vida.

Si bien “Los días perfectos” es el debut de Bergareche (Londres, 1976) en la novela, tiene un recorrido como autor más allá de su carrera como guionista y productor vinculado al mundo audiovisual. Empezó como poeta con “Playas”, siguió como dramaturgo con “Coma”, cuentista infantil en “Aventuras de Bodytown” y después se animó al ensayo autobiográfico en “Estaciones de regreso”.

El escritor vivió unos cuatro años en Austin, Estados Unidos, mientras trabajaba en una empresa de tecnología. Por casualidad, conoció el extraordinario archivo literario del Harry Ramson Center y ahí pudo acceder a la correspondencia de Faulkner. Se encandiló con el intercambio que el escritor mantuvo durante años con Meta, su amante, y a partir de cinco cartas seleccionadas dio cuenta de los distintos momentos de esa historia de amor.

En “Los días perfectos” (Libros del Asteroide), a partir de esa estructura de cartas y dibujos encontrados, Bergareche entreteje un contrapunto contemporáneo: la historia de Luis, un periodista agotado de su trabajo y su matrimonio que viaja a Austin para participar de un congreso de periodismo digital, y Camila, una arquitecta mexicana que también está de paso por Estados Unidos. En ese tercer territorio que pivotea entre un epistolario real de los años 30 y las cartas que Luis le escribe a Camila (aunque al lector nunca termina de quedarle muy claro que efectivamente se las haya enviado) transcurre una novela que aborda el amor y el desamor y lo difícil que a veces puede ser elegir entre la pena y la nada.

-Télam: Sos guionista y productor de series. ¿Algo de esa esfera trasciende en tu escritura?

-Jacobo Bergareche: En este texto quiero creer que nada. Me gusta que la novela pueda contar las cosas que la televisión no pueda contar o adaptar.

-T.: ¿Cuál fue tu primera impresión cuando te encontraste con la correspondencia de Faulkner a Meta, incluso antes de saber que tenías un futuro libro ahí?

-J. B.: Tuve que leer tres o cuatro cartas hasta darme cuenta del material que tenía entre manos. Son cartas que no han sido publicadas nunca y están descritas con apenas un par de líneas en el inventario del Harry Ransom Center, de modo que la sorpresa es mayúscula cuando uno entiende que está ante la historia de amor de toda una vida.

-T.: “Dejémoslo aquí, quedémonos en el recuerdo”, le dice Camila a Luis y él pone a trabajar ese recuerdo en un relato en el que reconstruye aquel día perfecto que compartieron y también lo que pasa con una vida sin esos días perfectos. ¿Los recuerdos suelen ser así de movilizantes?

-J.B.: Creo que las personas estamos hechas de relatos, nos alimentamos de relatos, tenemos voracidad por oír historias, telenovelas, películas, libros, anécdotas de sobremesa, y quizás los relatos más poderosos y a los que más tiempos dedicamos a partir de una edad, son los recuerdos elaborados de un momento y un lugar en que creemos que fuimos felices y fuimos amados, los construimos y nos los contamos a nosotros mismos todo el rato.

-T.: Confesaste que escribiste “millones de cartas hasta que apareció el mail”. ¿Qué te gusta más del género epistolar?

-J.B.: Me interesa la manera en que uno construye al otro en su mente cuando le escribe una carta.

-T.: “Poca gente es capaz de prestarte tu mirada”, reflexiona Luis cuando recuerda la ventana que le abría Camila cada vez que lo dejaba ver la realidad a través de sus ojos. ¿Como escritor te interesa ese gesto de usar la mirada de otros? ¿A quienes les pedís prestado?

-J.B.: Poder ver el mundo con los ojos de otra persona es la posibilidad de ver algo nuevo en lo que uno tiene delante y cree que ya conoce. Y nos presenta el mundo como una experiencia diferente que nos permite además entender al otro, saber qué está viendo en lo que has visto. Yo le pido la mirada prestada a todo el mundo porque ensancha la realidad: es la manera de volver a sorprenderse con lo que ya conocemos, el problema es que no todo el mundo sabe o está dispuesto a enseñarte desde donde mira.

T.: Faulkner convierte su relación con Meta en cartas y dibujos y Luis investiga y arma un relato. ¿La aventura amorosa tiene una veta creativa?

J.B.: Evidentemente el amor es combustible y precursor de la creatividad. La historia del arte y la literatura están llenas de obras maestras hechas por amor, el Taj Mahal, los sonetos de Quevedo, los poemas de Rumi a Shams de Tabriz, la novia del viento de Kokoschka o el autorretrato de Rubens con su mujer Isabela, la dedicatoria que Céline le hace a Elizabeth Craig… pero no hay que irse a los genios, cualquier enamorado siente el impulso de hablar de manera más ingeniosa y elevada, de hacer planes que se salgan de la rutina, de vivir de manera grandiosa un viernes cualquiera, y para salir de las recetas de la rutina, hay que crear.

T.: Luis usa esas mismas cartas para dirigir su carta imaginaria a Camila y otra muy distinta a Paula. Lo que reconstruye con ellas, sin embargo, son dos historias muy distintas. ¿No hay en ese uso compartido más infidelidad que en la aventura misma?

J.B.: Jajaja, sí, puede ser, incluso corta y pega un fragmento de la primera carta y la aprovecha en la carta a su mujer, es decir, está reaprovechando las palabras que le dedicó a la amante con ella. Pero lo cierto es que todo forma parte de una misma reflexión sobre las relaciones amorosas, lo que ha perdido y lo que desea recuperar, y ni siquiera está claro que esas cartas no sean en realidad cartas que escribe para él y que nunca enviará.

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